Krabi Town y Ao Nang
- Adrián H.
- 29 jul 2017
- 5 Min. de lectura
Después de estar la noche anterior en el tren y parte de la mañana viajando, conseguí finalmente bajar del autobús en el que había pasado las últimas tres horas desde Surat Thani y estirar las piernas. Con la mochila a la espalda puse rumbo hacia el hotel que tenía reservado en Ao Nang. Una vez allí me quedé hablando con el dueño del hotel, un italiano muy majo casado con una tailandesa que se habían montado su propio negocio allí, hasta que mi habitación estuvo lista. Me estuvo contando que vivía en Tailandia porque cuando era más joven conoció el muay thai (boxeo tailandés) y por circunstancias de la vida acabó combatiendo en Bangkok, donde conoció a su mujer. Al dejar de practicarlo decidieron abrir un hotel. Aproveché entonces para preguntarle qué había en Krabi para ver y me recomendó ciertas cosas que no podía perderme, entre ellas, decidí que la playa de Ao Nang sería mi primer destino.
Me preparé una pequeña mochila y empecé a caminar ya que la playa estaba a una media hora de allí. La vibración de ese sitio era bastante distinta y relajada a la de Bangkok, sin embargo se seguía notando la influencia del turismo ya que por el camino no dejé de encontrarme restaurantes, bares, hoteles, agencias de viajes y salones de masaje. Casi llegando ya podía oler el mar de Andamán, con el que había estado soñando tanto tiempo. Por desgracia cuando llegué a la costa estaba nublado ya que era época de monzones y llovía cada día, pero aún así tuve mi oportunidad de disfrutar su grandeza.

Después de ver el paseo marítimo de Ao Nang volví al hotel y alquilé una moto allí mismo. Lo único que tuve que hacer fue dejar una fotocopia del pasaporte. En muchos sitios os pedirán el pasaporte original pero es preferible negociar una cantidad de dinero como fianza o una copia del documento. Tener la licencia internacional de conducir es importante en caso de que la policía os pare.
Es bastante común que alquilen motos y bicicletas en gran parte de los alojamientos de Tailandia y quería sacarle el máximo partido al tiempo que iba a estar en Krabi antes de seguir con mi ruta hacia la península de Railay (ไร่เลย์, también en la provincia de Krabi). Alquilar una moto me costó 200 bahts el día, suelen ser bastante baratas (acordaos de que es aconsejable tener la licencia internacional de conducir).
El chico italiano me dijo dónde estaba la gasolinera más cercana y desde allí, con ayuda del GPS, me puse en marcha hacia Krabi Town, a unos 20 kilómetros. Puesto que era domingo y como es habitual, estaba el Sunday Market (mercado de los domingos).
Era un mercado de comida local y típica del sur. Aproveché la ocasión para probar un delicioso arroz con marisco del Andamán y comprar una bandeja de durián, una fruta típica del sudeste asiático recubierta de espinas que pesa entre 2 y 3 kg. Un dato curioso acerca de esta fruta es que está prohibida en muchos sitios públicos como el BTS en Bangkok o ciertos hoteles. Debido a su particular olor algunos lo llaman el queso azul de las frutas, aunque en mi opinión no es nada desagradable, simplemente fuerte. Tiene una textura cremosa y su sabor es difícil de describir, pero después de preguntarle a mucha gente la conclusión es que o te encanta o lo odias, así que os animo a que lo probéis y no os dejéis intimidar por sus pinchos.

Después de acabar mi visita por el mercado y sus alrededores volví a la moto para regresar a la zona del hotel. Como era de esperar, el tráfico estaba muchísimo menos congestionado que en Bangkok y conducir por esas carreteras era muy placentero, especialmente para un conductor novel como yo.
Acabé el día cenando en la playa de Ao Nang y dando una vuelta por el paseo marítimo que había cobrado vida después del atardecer.
A la mañana siguiente cogí la moto de nuevo para volver a Krabi Town a ver un bonito templo de paredes blancas llamado Wat Kaew Ko Wararam. Durante mi visita llovió intensamente y todo quedó inundado en cuestión de diez minutos.


Esto no me impidió continuar con mi viaje hacia el templo de la Cueva del Tigre (Wat Tham Seua), a unos 9 km de allí.
La estatua de Buda que corona este templo se encuentra a nada más y nada menos que a 1237 escalones que separan 278 metros la cima de la base (no olvidéis llevar una botella grande de agua).
Después de un buen rato subiendo escalones conseguí llegar a la cima mientras intentaba evitar que los monos que rondaban las escaleras se llevaran prestada mi mochila.


Tras retomar el aliento entendí entonces que había merecido la pena sudar. Las vistas eran alucinantes, se podía ver una gran parte de la provincia de Krabi.
Pasada una media hora, habiendo disfrutado la calma del lugar me dispuse a llegar a la base de nuevo, donde un señor pasaba el rato alimentando monos a base de rambutanes, otra fruta típica del sudeste asiático (en este caso recubierta de púas blandas y muchísimo más pequeña que el durián). Me senté con él y al verme me dio unos cuantos. Tras saciar el hambre de algunos de los monos del lugar volví a la moto para regresar al hotel.




Al volver, a apenas escasos 200 metros del hotel tuve la mala suerte de tener un accidente, ya que un coche se incorporó en mi carril sin previo aviso desde una calle que tenía a mano izquierda y no tuve opción de frenar suavemente debido a que el suelo seguía mojado.
Conseguí levantarme del suelo agradeciendo que el peor impacto se lo llevase el casco e intentando identificar el coche sin éxito puesto que se había dado a la fuga. Aparentemente estaba bien, sólo tenía unos rasguños, así que recogí la moto del suelo y llegué al hotel. El dueño insistió en que tenía que curarme en un hospital, pese a haberlo hecho ya en la habitación con el pequeño botiquín que llevaba en la mochila y me llevó él mismo. Por suerte el seguro que había contratado cubrió los daños y la factura del hospital.
Al despertar al día siguiente tenía algunas dificultades para andar. Empezaba a notar los efectos del accidente y sabía que tendría que ajustar el viaje durante los próximos días hasta que me sintiera mejor.
Pasé los siguientes dos días en Ao Nang sin poder hacer mucho, pero al tercer día me vi con fuerzas de continuar mi viaje hacia Railay.
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