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El comienzo, Bangkok

  • Adrián H.
  • 23 jul 2017
  • 3 Min. de lectura

Después de un largo vuelo, un par de películas y unas cuantas horas de espera en aeropuertos llegaba a Bangkok (กรุงเทพ), la ciudad de los ángeles, la maravillosa capital de Tailandia.

Todavía no lo podía creer. Había soñado tanto tiempo con estar allí que me parecía imposible que estuviera pasando de verdad.

La euforia se apoderaba de mí al darme cuenta de que no entendía a la gente que hablaba a mi alrededor ni podía leer ningún cartel.

Lo primero que hice, siguiendo el plan para llegar al hotel, fue cambiar dinero. Os recomiendo superrich, una empresa de cambio de divisas que está dentro del aeropuerto justo antes de acceder al tren que va al centro de la ciudad, el Airport Link.

Una vez me hice con bahts, la moneda tailandesa, compré un ticket por unos 40฿ si no recuerdo mal (aproximadamente 1€) a la estación de Phaya Thai en el distrito Ratchathewi, en el centro de la ciudad.

Fue al salir de la estación cuando realmente me di cuenta de dónde estaba. Eran las 7a.m. hora local y un calor sofocante se adueñaba de mí, las calles abarrotadas de gente y el tráfico incesante bangkokiano daba a entender que realmente la ciudad no dormía.

Quise parar un taxi pero no había ninguno libre, así que le pregunté a un grupo de trabajadores que esperaban para empezar su jornada. Uno de ellos me explicó en su mejor inglés que también tenía la opción de parar un moto-taxi y me ayudó a pedir uno.

El taxista me pidió la dirección del hotel y me dio un casco, cogió una de las mochilas y nos pusimos en marcha.

Mi idea de peligro en la carretera cambió por completo ese día. El hombre no tenía reparo en conducir por el carril contrario o cruzar una avenida de cuatro carriles. ¡Conducían como locos!

Conseguí llegar sano y salvo a Nice Palace Hotel. Por suerte para mÍ, los tailandeses viven acostumbrados a conducir así y para ellos es lo normal, respetan mucho las prioridades en la carretera según el tamaño del vehículo (los grandes van primero).

El hotel estaba en obras, por lo que la recepción estaba llena de gente, herramientas y polvo. La recepcionista fotocopió mi pasaporte y me dio la llave de mi habitación. ¡Nunca dejéis vuestro pasaporte en ningún sitio! Ofreced siempre una fotocopia, creedme, os podéis meter en un buen lío si lo perdéis.

Por fin, después de casi un día de viaje, dejé la mochila, me di una ducha e intenté dormir unas horas con el aire acondicionado antes de que el jet lag me despertara tres horas más tarde.

Era el momento de 'desayunar' y probar la street food tailandesa. Si por algo es conocida Bangkok es, entre otras cosas, por los puestos de comida que hay en la calle.

Salí del hotel en busca de algo para saciar el apetito. Al cabo de unos 5 minutos caminando di con una calle con varios vendedores. ¡Estaba flipando! Sabía que encontraría cosas que no había visto nunca pero aquello era demasiado, no sabía por dónde empezar, así que me decidí por una cajita con arroz, huevo frito y lo que parecía ser cerdo con algunas hierbas aromáticas. Estaba a punto de probar krapow moo (กะเพราหมู), un plato típico y darme cuenta de lo picante que puede llegar a ser la comida tailandesa.

Krapow moo
Moo yang

Literalmente significa albahaca (กะเพรา) y cerdo (หมู). Se cocina el cerdo junto a unas cuantas guindillas y hojas de albahaca fresca, se le añade arroz y se sirve con pepino y huevo frito.

También compré de vuelta al hotel un par de moo yang (หมูย่าง), carne de cerdo adobada a la brasa en palitos de madera.

Ambas cosas juntas no fueron más de 1€.

Aproveché esa tarde para ponerme al día con la familia y amigos y me fui a dormir cuando el jet lag me lo permitió. Al día siguiente saldría en busca de una tarjeta SIM y empezaría a visitar las zonas más emblemáticas de la ciudad.

 
 
 

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© Spiral Out por Adrian H. 2017. 

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